martes, 30 de octubre de 2012

            Tras la llegada de Camarón, recibió un golpe de Kitty. Una chica disminuida psíquica, que me marcó especialmente.

Kitty era realmente una niña, le gustaban las flores, y estuvo dos semanas con el brazo roto, sin ser enyesado. Cualquier muestra de cariño era recibida por parte de ella con besos y abrazos, palabras de cariño…
            Pero llevaba más de dos meses encerrada en un centro donde no podía hacer actividades que la distrajeran, y no la dejaban relacionarse con otros pacientes por considerarla “peligrosa”.  El ser humano no nace, se hace, y Kitty no era peligrosa: la habían vuelto peligrosa, dejándola en un centro psiquiátrico cerrado, sin nadie con quien hablar, salvo las visitas de su familia. Su frustración y su soledad se manifestaban con algún golpe, contra lo que fuese, ya que en esos momentos no sabías si lo que estaba golpeando tenía o no vida. Posteriormente, golpeo a Hada y a la madre de otra chica.
            Realmente, debía estar en un centro, donde los chicos con discapacidades mentales estudian y hacen actividades, pero cualquier cosa que pudiese distraerla le fue negada, al igual que cualquier muestra de cariño, siendo sustituidas por castigos. Al principio, la dejaban salir al quicio de su puerta y pasear por dos metros cuadrados. Luego, sólo la dejaban salir de su habitación para comer o para ver a su familia. Y luego, ni la dejaban salir a comer.
            Un día, en el horario de visitas, ella estaba sola, y me asomé a su habitación. Había una norma estricta, no entrar en habitaciones ajenas, pero desde la puerta le dije que estaba ahí mi madre, que viniese conmigo. Me cogió la mano y se vino conmigo. “Es que Kitty tiene que estar en su habitación”…me dijo una enfermera con cara de asco. Y Kitty agachó la cabeza. La acompañé hasta su habitación, y se me cayó el alma a los pies. Cada vez se volvía más agresiva, todo por culpa de gente falta de humanidad que prometieron ayudarla y no lo hicieron, por la falta de cariño hacia una niña grande.
            Un buda dijo una vez que la única asignatura que no se imparte en la escuela es la humanidad, y que era muy triste. Y tenía razón: a pesar de los títulos, las oposiciones…había gente falta de humanidad.
Lilith322

             
            Al teclado Lilith. Resulta que no era anoréxica, sólo tenía un pequeño trauma con la comida que me hacía estar un pelín por debajo del Índice de Masa Corporal (el nombre técnico sería “Trastorno de Conducta Alimenticia sin especificar)… Tampoco era bulimia, no tiene un nombre concreto porque no presentaba síntomas principales, tales como obsesión por adelgazar, complejo, visión de la realidad distorsionada… y aun así, en el informe de alta del segundo ingreso me han vuelto a diagnosticar “anorexia”… tenía miedo y me enclaustraba en mi habitación, sobre todo los primeros días, hasta que empecé a interactuar con otros pacientes. Encerrada en una pequeña habitación no puedes hacer gran cosa para paliar el aburrimiento, salvo colgarte del techo con una sábana, lo que habría implicado dormir con correas, o algo menos suicida… me decanté por agarrarme a mi ejemplar de Persépolis a leer y leer, igual que con V de Vendetta, un par de libros de Kafka, la Ilíada (préstamo de otra paciente, Historia de un Loco (préstamo de Petrel, cordialmente confiscado por los “enfermeros novatillos”, palabras textuales de un veterano).  También me armé con un cuaderno y un bolígrafo, que, por cierto, puede tener más peligro a nivel físico que algunos de los elementos obvios que requisan, tales como gafas y bastones, no sólo porque una paciente muy descontenta con algunos trabajadores y etiquetada como “emocionalmente inestable” pueda estar escribiendo con pelos y señales lo que ocurre ahí dentro en sus propias narices sin que ellos se enteren, sino porque hace unos días una ex paciente me dijo que se había causado quemaduras de segundo grado y se había arrancado tejido muscular de un brazo con la parte trasera de un tubo de pasta dental… también en sus propias narices. Lo grave es que no se enteraron hasta que llegó a ese extremo, y la solución fue atarla a la cama… en fin, no sé adónde van a parar nuestros impuestos…

A lo que iba: en tres semanas recibí unas cuatro consultas con mi psiquiatra, todas ellas de menos de 10 minutos, y a veces llegaba a estar muy enfadada. Además, tengo una lesión que me hace tener que trabajar la musculatura… no voy a decir de qué zonas se tratan, porque con la peculiaridad de muchas situaciones, si sigo dando pequeños datos sobre mí, alguien podría descubrir quiénes somos. En fin, que me gusta salir a correr por las mañanas para descargar parte de la ira contenida que tengo que ir descargando paulatinamente con pequeñas actividades. Es lo que me salva de la autolisis constante, y lo que contribuye a que aun no haya tirado abajo las paredes del lugar donde me han concedido asilo político. Tras pequeños y dolorosos golpes a mi, en ese momento, lesionado corazoncillo, como dejar entrar a “ese hombre que destrozó mi vida durante catorce años y parece no estar dispuesto a descansar hasta ver a la hija de puta que jodíó su existencia, según su versión de los hechos, yo, bajo una lápida de mármol”, necesitaba un desahogo, así que pasaba algunos ratos libres haciendo ejercicio. No creo que fuesen a concederme un permiso especial para salir a correr por las mañanas. Tras ese pequeño patinazo, no era capaz de comer. Sí, mi terapeuta podría haberlo hablado conmigo, pero escribir el nombre de la enfermedad de moda entre las mujeres de entre 15 y 30 años era más fácil que darme algo para paliar los vómitos y preguntar qué me ocurría.

En fin, que si no he podido escribir nada desde hace… un par de meses, creo, es porque he pasado tres semanas en el sitio al que juré no volver. Necesitaba protegerme, no sólo de los demás, sino también de quien más daño podía causarme: de mí misma. El caso es que cuando acabe de narrar los veinte primeros días y las historias que he visto en visitas a Maiko, narraré también esos veinte días con doce horas aproximadamente. Además tuve que adaptarme a una nueva medicación. Nuevamente, creo que ha habido un malentendido con ese tema: siempre pido que me ajusten el tratamiento, que algo no va bien, y parece que mi psiquiatra ha entendido “¡no quiero seguir viviendo, por favor, doctor, por favor, déme la eutanasia!”. Esta vez hablo en broma, porque sí, a veces el doctor tiene cosas que me rompen, parece que es el único que se toma la molestia en escuchar, cosa que de haber hecho ahí, habrían llegado a la misma conclusión que otros médicos: no soy anoréxica. Aprovecho para explicar que por una cuestión técnica mi firma se ha visto reducida.

Lilith
            Todo ser humano tiene derecho a la libertad de expresión y pensamiento, no pudiendo ser perseguido por sus ideas o declaraciones” (Declaración de los Derechos Humanos)
Al día siguiente de mi ingreso en el centro psiquiátrico cerrado, llegaron dos nuevos pacientes: Hada y Camarón
Hada aun estaba cohibida, pero Camarón era un hombre con ganas de expresarse. Su mecanismo: el canto.
            Lástima que el canto sea una actividad totalmente prohibida en ese sitio, porque “es un hospital, y molesta”. Pero, en palabras de Buen Rollo: lo que me jode es que éste hombre se está expresando, y dicen que es ruidoso, pero las enfermeruchas de turno están viendo en la tele a tertulianos dando gritos, y eso es lo que me molesta, no que cante”
            Camarón seguía cantando, a petición de los pacientes. Y el personal seguía reprendiéndonos por ello (a gritos, que es el único método que tienen)
“Éste hombre se está expresando, dejadle en paz”, fue la respuesta de algunos. “Está molestando”, fue su respuesta. Sí, estaba interfiriendo en su sesión de café y TV a todo volumen.

Y Camarón, con el apoyo de los demás pacientes, siguió expresándose. Y esta muestra de rebelión durante una semana hizo que ellos sacasen sus armas: ya le habían puesto una inyección a los dos días de llegada. “NO EXISTE EL DOLOR” fue su clamor. Era un hombre fuerte, un superviviente, y la inyección no le hizo efecto: siguió cantando. Pero la segunda inyección, la de una semana después hizo enfermar a Camarón. El ritual fue similar al de Fr, los trabajadores no hicieron caso y entere Hada y yo le dejamos en su habitación…una clara omisión de auxilio por parte de los enfermeros y celadores.

Pero ése segundo día es para recordar, porque con rifles no se matan palabras, ni con medicinas, expresiones. La comida fue alegre, gracias a los dos nuevos pacientes, a pesar de las continuas reprimendas y las órdenes de los celadores.

También nos estaba prohibido bailar, cosa que también descubrí ese día. Aun así, seguíamos cantando y bailando, algunos con más ganas, otros cohibidos
Seguiré contando más historias. Y larga vida a Camarón y sus cánticos de guerra. Y a los trabajadores: leeros los derechos humanos, y tratadnos como tales

Lilith

jueves, 12 de abril de 2012


The space of music!!!!

Bueno, al teclado Borderlaine… no estoy muy acostumbrada a postear, pero éste es un pequeño inciso dedicado con mucho amor (no sé si se cogen las sutiles ironías, pero dicho está) al CNT y a todos los extremistas cegados por la convicción de que tenían razón, desde Hitler hasta Mao, me dan igual los colores, porque como decían Biff Bang Pow!, el único color es el amor, y en cuestión de extremos y radicalismos, ya no hay idea que valga, porque si dejas que el odio hacia un supuesto opuesto te ciegue, acabarás cayendo en ser la otra cara de la misma moneda, y haciendo lo mismo, pero en tu propio beneficio… sin ir más lejos, como los Skin heads y los Red Skin… ambos en una batalla predestinada desde el principio a perder.

Y ya que me dejan escribir en un blog de “locos”, me parece que “Loko” es un buen tema. No será la canción del siglo, pero el vídeo, ya que yo me centro en lo visual, es la leche… y con poco presupuesto.
A pesar de que las imágenes hablan por sí solas, me gustaría comentar cuatro cosillas: el vídeo es del 2003 aproximadamente. Sí, se editó paralelamente en el tiempo a la guerra de Iraq, y con razón.
El mensaje es el mismo: haz el amor y no la guerra; la guerra se acaba si tú quieres; es el fin de la violencia… se ha intentado de TODAS las formas, y siempre ha llegado un radical y se lo ha cargado todo. Y todo porque no somos capaces de ver más allá de una apariencia, que nuestra mente enseguida asocia con “bueno” o “malo”, y esa maldita asociación siempre tiene que ver con nosotros mismos. Sí, nosotros siempre somos los buenos, y el otro es el malo, y si no piensas como yo, que soy el radical bueno, el que le parte la cara a los fachas (o a los rojos), es porque estás loco y mereces que te partan la cara. ¿No os ha ocurrido alguna vez? ¿No lo habéis pensado alguna vez, sin llevarlo a un extremo tan… radical? ¿No hay, o ha habido, un pequeño radical en todos nosotros?
Criticamos que hayan muerto republicanos en la Guerra Civil, pero no criticamos que hayan muerto falangistas ni franquistas. Todos eran personas, y todos se merecían poder demostrar su inocencia, sin colores, y contar su historia. También ser escuchados. Todos nos lo merecemos. Figura en los Derechos Humanos, que tan olvidados están. Soy defensora del Medio Ambiente, pero ante todo de las personas, y es inhumano que, por defender los derechos de un animal, nos alegremos de que un torero sea corneado o un cazador muera cazando. Son seres de nuestra propia especie. Si pudiésemos salvar a un perro o a un humano, ¿a quién salvaríamos? Bueno, viendo cómo están las cosas, me temo que al perro, por lo que los humanos hemos forjado a pulso: el odio entre nosotros, entre nuestra propia especie. Sin ir más lejos, muchos recordarán a la niña china que murió atropellada, y por la que sólo se preocupó una chatarrera. Comparémoslo ahora con el caso de la cría de elefante que casi muere ahogada, y con la que toda la manada se sacrificó, exponiendo su propia vida hasta salvarla. Cuidar de otras especies está muy bien, pero el “especismo”, como han llegado a llamarlo algunos, no es el problema de la Humanidad. Todos luchamos por nuestros semejantes. El problema de la Humanidad es que no somos capaces de vernos a nosotros mismos como un conjunto, y ahí surgen los “ismos” que nos carcomen: racismo, sexismo (machismo Y feminismo), homofobia, nacionalismo… todo prejuicios contra nosotros mismos. ¡Eso sí es de locos!
A lo que iba: en el vídeo se ve a un pequeñín jugando con un fusil (no intenten hacerlo en sus casas, por favor). Una imagen muy significativa. Una vez vi un spot que me impactó muchísimo, tal vez porque tenía cinco años: “hay algo peor que ver a un niño delante de un arma, y es verlo detrás”. Ese fotograma no tiene más de qué hablar.

Ya he dicho que es un vídeo sin presupuesto, y se ve, para empezar, en la imagen de los soldaditos de juguete reptando. Era sólo uno, y lo multiplicaron en un mosaico informáticamente, igual que en la imagen en la que Murfila (que así se llama la cantante-diseñadora-realizadora-guionista de la pieza) aparece en medio de un corazón hecho con alambrada.
Todas estas imágenes son muy emotivas, pero la mejor es la parte en la que los izquierdistas-idealistas-radicales se vuelven seres violentos, intentando combatir la guerra con más violencia (vamos, terrorismo enmascarado de pacifismo). Los soldados están frente a frente con los civiles, en medio de una encarnizada lucha de gritos, en la que uno de los “pacifistas” intenta quitarle el fusil a uno de ellos para pegarle con él. Y ahí está Murfila, con sus grandes ojos negros, pintados aun de más negro, vestidita de azul y con botas militares, boquiabierta al no saber qué hacer: iba con los antibelicistas, sí, pero ahora se encuentra en medio de una protesta totalmente bélica, y en algún momento van a acabar matándose seguro. Sigue en medio, y llega un primer plano: agarra del cuello a un soldado y le besa. Sin más. Sin un “tú eres del otro bando”, ni un “¿cómo te llamas?”. Sólo le besa. Y todos acaban haciendo lo mismo. No creo que pueda considerarse ni tan siquiera erotismo, porque lo máximo que se ve es un poco de ropa interior. O tal vez sí sea erotismo, pero no pornografía. A lo mejor sólo es bonito, sin más etiquetas. O a lo mejor los “protagonistas” son sólo personas, seres humanos, por tanto animales, y los animales en general, los humanos en particular, necesitamos amor, cariño, contacto físico y espiritual, si es que existe eso del espíritu. Espero que sí, aunque sólo sea en el cerebro. Da igual, al fin y al cabo, somos personas que necesitamos unas de otras, sin más etiquetas.
Y dado que todos somos personas, los enfermos mentales que no han hecho nada a nadie tenemos derecho, tanto como los demás, ni más ni menos, a ser tratados como personas, como humanos, no como ¿Cuál era la palabra? Ah, ya. Apestados. O seres marginales. Me la suda, ninguno de esos calificativos me gustan.
Gracias por dejarme acceder un ratito a la Galería de las Sombras, me despido, y esta vez no es Francis Petrel (que espero que no sienta muchos deseos de matarme al leer este post, aunque da igual, porque antes debería localizarme) ni Lilith 322 la persona que lo hace, sino
Borderlaine (necesito una mano que me diga “todo bien. Vamos a darnos calor, tengo frío ¿no lo ves?, vámonos de éste caos, vamos a hacer algo mejor.
PERSONAS, ¡qué palabra más difícil de aceptar para algunos!
Love is the answer
(Lo siento, en mi ordenador hay una sobrecarga de imágenes de John Lennon. Piensa bien lo que dices, podrías equivocarte y pensar que aun tienes razón)

martes, 20 de marzo de 2012

Arte y locura: Lilith

               Aun no he acabado mi primer día. Y es que mi vida se resume de la misma forma que la de Lilith, mi alter ego en este blog: destruyo todo lo que amo.
“Ayúdenme” es la frase final, desgarradora, de Warren Beatty (conocido por protagonizar Bonnie & Clyde), Vincent Bruce, en “Lilith”, que cuenta con Jean Seberg en el papel protagonista. Lilith es una paciente de un psiquiátrico de lujo, enferma de esquizofrenia, una pintora tan impredecible que es capaz de inventar su propio idioma. Pero también un personaje triste, que cree que destruye todo lo que ama… y es capaz de hechizar todo lo que la rodea, como a otro paciente, Stephen, que desea ser artista, pero “no confía en sus manos porque su mente es analítica”. Y Lilith le somete a una dura prueba, recuperar su cuaderno de dibujos, que había despeñado por un acantilado. Stephen empieza entonces a dejarse guiar por sus sentimientos más que por la razón. Y Lilith continúa haciendo formar parte a Vincent de su pequeño mundo de caballeros andantes y fantasía.
“¡Qué hermosa, quiere ser como yo!...mi beso la mató, destruyo todo lo que amo”
“¿Has visto mi cajita? Me la ha regalado mi hermano, para mi cumpleaños”… “Lilith, tu hermano está muerto”… “Amaba a mi hermano, y lo maté…mato todo lo que amo”
“No puedes ver mi sangre porque es clara como el agua”
“Has puesto a Stephen en peligro, podías haberlo matado… ¿por qué hiciste eso?”... “Porque estoy loca”
“Son seres que han visto demasiado, como un cristal que se quiebra por un impacto, ellos se han roto por una revelación desgarradora…han visto demasiado con una lupa demasiado potente, y visto de esa forma, serían héroes del Universo. No podemos considerarlos seres superiores, porque con una gota de sangre humana la esquizofrenia ha sido descubierta en ratones y arañas, igual que en las personas”

¿Dónde está realmente la locura y la cordura?
L322

martes, 13 de marzo de 2012

48 horas atado a una cama

            Aun no he acabado de narrar mi primer día en el psiquiátrico, pero me parece una denuncia más urgente, tal vez porque me hierve la sangre de todas las venas de mi cuerpo sólo al recordar el testimonio de mi amigo, mi padre adoptivo, en sustitución del que renegó de mí. El hombre que todos recordamos por el cariño que nos dio, la primera persona en recibirme calurosamente, la persona que me peinaba por las mañanas, porque yo era descuidada, que le cortaba el pelo a Francis Petrel y al que, a día de hoy seguimos visitando, nos sigue viendo, se sigue preocupando por nosotros, nos sigue escuchando y nos sigue recibiendo con abrazos, a pesar de sus desgracias personales. Deja sus problemas a un lado, simplemente para reír con nosotros, y hacer nuestros días más felices. Así que he decidido hacer lo que él hace: dejar de mirar mi ombligo para contar éste drama puntual. Mi primer día puede esperar.
           
Ya lo dijo Jim Morrison: Adolph Hitler aun vive…anoche me acosté con ella. Y en nuestra historia hay muchos Hitlers, más que en los Niños del Brasil.
           
Si alguno de los lectores de este texto ha estado alguna vez esposado, sabrá sólo una pequeña parte del sufrimiento que implica estar atado de pies y manos a una cama, con amarras magnéticas de las que no puedes librarte, sin poder moverte. Te colocan un pañal, porque con esta pérdida de dignidad, esta sumisión impuesta, no puedes usar un simple cuarto de baño, fumar, o algo tan básico como es comer. Imaginaros lo que es estar 48 horas, dos días completos, sin probar bocado ni beber agua.
           
Cuando encontré a FR me contó que había estado un mes entero en el psiquiátrico, sin haber opuesto resistencia a la policía, y, por ello, pasó 48 horas atado en estas condiciones.
            No me importa ser tachada de idealista, pero el dolor impuesto por otro ser humano jamás tiene una justificación, salvo la autodefensa. El dolor sólo por imponer dolor y demostrar quién es el que manda, y ahorrarte unas horas de trabajo, porque tu obligación sea cuidar de personas en situación de vulnerabilidad jamás tiene una justificación. Y jamás la tendrá.
           
Las amarras, salvo que queden mal sujetas (Francis Petrel, logró soltarse) son imposibles de soltar, salvo con una llave magnética. Los brazos quedan en tensión a ambos extremos de la cama, al igual que las piernas, inutilizando también el cuello, lo que impide cualquier tipo de movimiento. La restricción de alimentos, agua e higiene vuelve aun más vulnerable a la persona que han atado. Y peor que eso es el dolor de sentir que un ser igual que tú te ha inutilizado. Un semejante te ha atado como a un vulgar perro. En estados de nerviosismo que puedan causar ataques de violencia contra otra persona o contra uno mismo, ese estado se empeora, por la claustrofobia que produce el estar atado y por la debilidad, la rabia y la impotencia que causa el ser humillado por un semejante.
Me gustaría lanzar un pequeño, o mejor, un gran mensaje a todos los trabajadores que para facilitar su labor recurren a tratos inhumanos, y, sobre todo, a los que están “por encima”, si es que hay algún tipo de clasificación entre seres sin escrúpulos…supongo que sí, porque son ellos los que hacen las normas: antes de atar, humillar y vejar a otro ser humano, sea atándolo, faltándole al respeto con despotismo o como sea, pero sobre todo, en estas circunstancias, pensad que se trata de otro ser humano, igual que vosotros, nacido igual, sólo que enfermo, por una serie de circunstancias, lo cual es bastante castigo. ¿Os creéis mejores, más machos, más duros, más listos, superiores, por humillar a un ser humano más vulnerable?. Me temo que no. Los actos violentos, sí, violentos, porque la violencia no es sólo golpear a alguien no convierten a nadie en un ser superior.

 Una persona es un ser vivo, con sentimientos. Por muy enfermos, muy borrachos o muy drogados que estemos, sobre todo drogados con vuestras sustancias, no dejamos de sentir. Y si la persona que trata así a otras, infringiéndoles dolor, hasta el punto de llegar a ése grado de dolor físico tiene un mínimo de conciencia, no podrá dormir por las noches. Pero no importa, siempre podéis autorrecetaros las drogas que nos administráis a nosotros.

TODOS SOMOS HUMANOS, TODOS SOMOS SERES VIVOS, TODOS SENTIMOS Y LOS ENFERMOS MENTALES TAMBIÉN SOMOS PERSONAS, NO PERROS QUE DEBAMOS ESTAR ATADOS. No me cansaré de repetirlo, y lo gritaré cuantas veces haga falta en mi vida.

FR, te queremos, no te sientas inferior porque te hayan humillado. Tú no usaste la violencia en ningún momento. Fueron ellos los que demostraron lo que eran, para mal, y tú, para bien.

Lilith 32 y Francis Petrel. Ilustración: la voluntad arrebatada, por Borderlaine

lunes, 5 de marzo de 2012

Día 1- ¿Soy un perro?

Acababa de firmar el ingreso, cuando me condujeron a una enorme puerta metálica, blindada, a la que sólo se podía acceder pulsando el timbre. Alguien abrió. Escoltada por el personal de seguridad, me condujeron por esa puerta, mientras mi madre gritaba fuera, llamándome, pidiendo que no me encerraran. “No puedo entrar y dejarla así, me voy, ella también está enferma”, le dije al guardia. “Olvida todo lo que quede de ésta puerta hacia fuera, ya no puedes irte, y va a ser duro”, me contestó.
Y lo fue…
Nada más entrar por la puerta, me condujeron a una habitación compartida, donde me ofrecieron algo caliente, que yo acepté. Hacía mucho frío. A pesar de tener delante la hoja con lo que me había ocurrido, me lo preguntaron. Tuve que narrar mi relato incoherente otra vez. Me leyeron las normas, algunas absurdas, que en ése momento no comprendí: estaba demasiado asustada, mirando las amarras en la cama de mi compañera de dormitorio. Eran unas correas blancas, imantadas, que para mayor seguridad se cerraban con una llave. Te sujetaban de pies y manos a la cama, con un pañal, no soltándote ni para comer, utilizar el cuarto de baño o beber agua. Durante horas o días, según cuadrase. Ése era el castigo a lo que consideraban mala conducta, que iba desde conductas agresivas hasta que, simplemente, fueses molesto por estar alterado. Muchas personas sufrieron ese castigo por llorar a su llegada.
Lo siguiente fue guardar en un compartimento los objetos personales, incluidas las gafas, sin las que no veo nada, que sólo me dejaban un límite de horas. Y eso dependía de las ganas de trabajar que tuviese el turno de mañana, por lo que, las únicas actividades, que eran leer (aunque me requisaron un libro, por tener las tapas duras), la tele, algunos juegos de mesa y el papel, la única forma de expresarme que tenía, me era imposible en determinadas horas, y los dos primeros días, totalmente.
Como no suelo llevar encima un cepillo de dientes, pasta dentífrica y gel encima cuando me suben a un coche patrulla para llevarme a un hospital, pedí un cepillo de dientes y pasta. Y algo con lo que ducharme. A falta de lo primero, me tuve que conformar con enjuague, teniendo la boca en mal estado por la anorexia y la bulimia. Los dientes me dolían a horrores, pero no era nada comparado con lo que iba a ver. A falta de jabón, me dieron el jabón con el que lavaba las sábanas para ducharme. Y procedieron a lo que hizo resaltar mi imagen de perrito junto con las correas: colocarme una pulsera de plástico, que me acompañó durante 20 días con sus noches, con mi nombre y apellidos, mi habitación, y en letras grandes, “PSIQUIATRÍA”. Los tres últimos días, cuando empecé a salir dos horas, acompañada por mi madre, me cubría esa identificación con la manga, porque la gente se quedaba mirando. Se apartaban. Era una loca, A falta de cordones, la gente lucía un trozo de esparadrapo, sujetando zapatos y deportivos a los pies, lo que aumentaba las miradas de la gente cuerda en sus salidas con familiares. Y a falta de un cuchillo de plástico, cuando hasta los niños de preescolar tienen derecho a tijeras de punta redonda, cortábamos la comida con el mango de una cuchara.
Esa tarde, uno de los pacientes, FR, se puso enfermo, por un exceso de medicación. Yo no sabía cual era la que me estaban dando. “La tuya, tómala y no me preguntes, no quiero saber nada”  fue la respuesta del enfermero que me la dio, examinándome luego la boca, para comprobar que me la había tragado. Con el vasito desechable que me habían dado con mi nombre, tuve que estar llevándole toda la tarde agua a FR, porque, cuando avisé al celador que correspondía de que estaba realmente enfermo, me dijo “Tú a lo tuyo”, con un tono déspota, y siguió leyendo el periódico. Fuimos los propios pacientes los que le asistimos.
Ya en la habitación, fingí dormir, para que no me diesen otra pastilla, y lo que vi me aterrorizó: habían amarrado a mi compañera, que creía que la querían matar, para darle la medicación, algo que podían haberle colado en la cena. En su lugar, disolvieron la pastilla en agua, y le pinzaron la nariz, para que la falta de aire le hiciese abrir la boca. Le metieron el agua con la medicina, y le colocaron la cabeza en un ángulo extraño. “Más te vale tragar, o te vas a morir ahogada”, le dijeron. Y la mujer tuvo que tragar con este mecanismo brutal, pudiendo haber usado otros medios. “Esto no es un psiquiátrico…es una perrera, y yo, un puto perro”, pensé. Me sentí impotente al no poder defender a A32. Y no pude dormir. Y en mi insomnio, fui contemplando más cosas, que iré narrando. A32 lloraba, y entre llantos decía “me quieren matar”, lo que hizo que durmiese amarrada. Así fue mi llegada
Lilith322

Borderlaine en Los Diarios del Psiquiátrico

Desconocemos su identidad, pero un dibujante y pintor amateur se ha prestado a ilustrar algunos de nuestros pasajes.

lunes, 27 de febrero de 2012

Declaración de principios

Sí, sé que esto debería haber sido un primer post, pero no contaba con colaboradores.
Mi mente es caótica (habla L322), así que no me importaba que fuese un caos.
El centro, o mejor dicho, los centros son anónimos, igual que sus personajes. No es una cuestión de cobardía, sino de respeto a las personas que han confiado en nosotros, y nos han contado sus historias.

Hay dos narradores: Francis Petrel y L322. Y un tercer narrador, nuestros ojos y oídos, información que nos ha ido dando la gente. Hablaremos del maldito infierno de Centro Psiquiátrico cerrado, y del centro Abierto en el que me encuentro ahora mismo. Y Francis Petrel hablará también de su experiencia en el Psiquiátrico y en diferentes Centros, así como en consultas y en nuestro día a día.

Las personas cercanas, y los pacientes, aparecerán con el "nombre de guerra". Los trabajadores aparecerán con sus cargos: enfermeros, auxiliares de enfermería, celadores y psiquiatras. Y el personal de limpieza, al que me gustaría dar las gracias especialmente por su cariño con los pacientes.  Sí, el personal de limpieza nos dio más cariño que el que debía hacerse cargo de nosotros, aunque no me gusta generalizar. Gracias también a los pacientes. Una buena amiga, Hada, nos puso una vez apodos cariñosos para poder hablar en clave entre nosotros. No usamos estos nombres, pero sí que nos han servido para crear los pseudónimos. Gracias a los pacientes, por formar entre nosotros una pequeña gran familia.

Sobre el anonimato: no se trata de una maniobra de Anonimous, aunque "V de Vendetta" haya influído en esta página. El lema de Anonimous es "No perdonamos, no olvidamos". Nada más lejos de la realidad...no olvidamos, para aprender de nuestros propios errores, pero sí sabemos perdonar, aunque la palabra perdón sea paradójicamente igual de fácil de decir que de sentir. A los que nos han tratado bien, no hay nada que perdonar. A los que sientan algún cargo de conciencia o, simplemente se hayan visto presionados para obrar de tal forma, les perdonamos. No, no todo ahí era malo, había trabajadores con corazón...porque las mejores flores crecen entre el estiércol y los escombros, gracias a los que nos habéis sabido amar como a humanos, en vez de despreciarnos como a locos.
L322

sábado, 25 de febrero de 2012

Arte y locura-Días de Vino y Rosas

Hoy hace un bonito día, las rosas florecerán pronto, los días se van haciendo más largos... pero hoy en "Arte y Locura", no vamos a hablar del clima, sino de un problema que afecta, a muchas personas, sin saberlo: el alcohol, que destruye familias, amigos, salud... nuestros jóvenes cada vez son alcohólicos antes (servidora ha tenido que desintoxicarse a los 19 años, tras casi 3 años de alcohol constante, sin disfrute, sólo beber para no ver más allá de mis narices, porque sí, porque estaba deprimida, cabreada con el mundo...y llegué a hacer muchas estupideces de las que me arrepiento...

A veces creo que divago un poco, pero teniendo en cuenta que soy una loca, se me perdona. No por ser loca, sino por el efecto de la medicación. A por la película, es imprescindible verla :
(En inglés, "de los días de vino y rosas...a noches como ésta)