martes, 13 de marzo de 2012

48 horas atado a una cama

            Aun no he acabado de narrar mi primer día en el psiquiátrico, pero me parece una denuncia más urgente, tal vez porque me hierve la sangre de todas las venas de mi cuerpo sólo al recordar el testimonio de mi amigo, mi padre adoptivo, en sustitución del que renegó de mí. El hombre que todos recordamos por el cariño que nos dio, la primera persona en recibirme calurosamente, la persona que me peinaba por las mañanas, porque yo era descuidada, que le cortaba el pelo a Francis Petrel y al que, a día de hoy seguimos visitando, nos sigue viendo, se sigue preocupando por nosotros, nos sigue escuchando y nos sigue recibiendo con abrazos, a pesar de sus desgracias personales. Deja sus problemas a un lado, simplemente para reír con nosotros, y hacer nuestros días más felices. Así que he decidido hacer lo que él hace: dejar de mirar mi ombligo para contar éste drama puntual. Mi primer día puede esperar.
           
Ya lo dijo Jim Morrison: Adolph Hitler aun vive…anoche me acosté con ella. Y en nuestra historia hay muchos Hitlers, más que en los Niños del Brasil.
           
Si alguno de los lectores de este texto ha estado alguna vez esposado, sabrá sólo una pequeña parte del sufrimiento que implica estar atado de pies y manos a una cama, con amarras magnéticas de las que no puedes librarte, sin poder moverte. Te colocan un pañal, porque con esta pérdida de dignidad, esta sumisión impuesta, no puedes usar un simple cuarto de baño, fumar, o algo tan básico como es comer. Imaginaros lo que es estar 48 horas, dos días completos, sin probar bocado ni beber agua.
           
Cuando encontré a FR me contó que había estado un mes entero en el psiquiátrico, sin haber opuesto resistencia a la policía, y, por ello, pasó 48 horas atado en estas condiciones.
            No me importa ser tachada de idealista, pero el dolor impuesto por otro ser humano jamás tiene una justificación, salvo la autodefensa. El dolor sólo por imponer dolor y demostrar quién es el que manda, y ahorrarte unas horas de trabajo, porque tu obligación sea cuidar de personas en situación de vulnerabilidad jamás tiene una justificación. Y jamás la tendrá.
           
Las amarras, salvo que queden mal sujetas (Francis Petrel, logró soltarse) son imposibles de soltar, salvo con una llave magnética. Los brazos quedan en tensión a ambos extremos de la cama, al igual que las piernas, inutilizando también el cuello, lo que impide cualquier tipo de movimiento. La restricción de alimentos, agua e higiene vuelve aun más vulnerable a la persona que han atado. Y peor que eso es el dolor de sentir que un ser igual que tú te ha inutilizado. Un semejante te ha atado como a un vulgar perro. En estados de nerviosismo que puedan causar ataques de violencia contra otra persona o contra uno mismo, ese estado se empeora, por la claustrofobia que produce el estar atado y por la debilidad, la rabia y la impotencia que causa el ser humillado por un semejante.
Me gustaría lanzar un pequeño, o mejor, un gran mensaje a todos los trabajadores que para facilitar su labor recurren a tratos inhumanos, y, sobre todo, a los que están “por encima”, si es que hay algún tipo de clasificación entre seres sin escrúpulos…supongo que sí, porque son ellos los que hacen las normas: antes de atar, humillar y vejar a otro ser humano, sea atándolo, faltándole al respeto con despotismo o como sea, pero sobre todo, en estas circunstancias, pensad que se trata de otro ser humano, igual que vosotros, nacido igual, sólo que enfermo, por una serie de circunstancias, lo cual es bastante castigo. ¿Os creéis mejores, más machos, más duros, más listos, superiores, por humillar a un ser humano más vulnerable?. Me temo que no. Los actos violentos, sí, violentos, porque la violencia no es sólo golpear a alguien no convierten a nadie en un ser superior.

 Una persona es un ser vivo, con sentimientos. Por muy enfermos, muy borrachos o muy drogados que estemos, sobre todo drogados con vuestras sustancias, no dejamos de sentir. Y si la persona que trata así a otras, infringiéndoles dolor, hasta el punto de llegar a ése grado de dolor físico tiene un mínimo de conciencia, no podrá dormir por las noches. Pero no importa, siempre podéis autorrecetaros las drogas que nos administráis a nosotros.

TODOS SOMOS HUMANOS, TODOS SOMOS SERES VIVOS, TODOS SENTIMOS Y LOS ENFERMOS MENTALES TAMBIÉN SOMOS PERSONAS, NO PERROS QUE DEBAMOS ESTAR ATADOS. No me cansaré de repetirlo, y lo gritaré cuantas veces haga falta en mi vida.

FR, te queremos, no te sientas inferior porque te hayan humillado. Tú no usaste la violencia en ningún momento. Fueron ellos los que demostraron lo que eran, para mal, y tú, para bien.

Lilith 32 y Francis Petrel. Ilustración: la voluntad arrebatada, por Borderlaine

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho tu artículo. Recientemente un ser muy querido ingresó en un hospital de estos (por no llamarlos cárceles), y se podía oler y sentir esa presencia del poder que despoja de la dignidad por todas partes, justificado siempre bajo otros fines políticamente correctos. Y no solo con la amenaza de atar a la cama,toda la institución está repleta de amenazas y una violencia intrínseca que no trata con ninguna dignidad a lo que son enfermos y no ratas.

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